La soberbia

Enfermedad de nuestro tiempo



Dice Rosa Martha Abascal de Arton que el mundo de hoy, puede conjugar un verbo “de moda”: yo soy soberbio, tú eres soberbio, él es soberbio…
Y es que en la actualidad pareciera que todos andamos en la búsqueda del reconocimiento inmediato, del éxito fácil sin el trabajo previo que este requiere.
Armando Fuentes Aguirre, mejor conocido como Catón, afirma que el único lugar donde éxito va antes que trabajo, es en el diccionario.
La modestia es un don que se ha ido perdiendo ahora que las cosas van más rápido. Muchos quieren ser famosos de inmediato, como las estrellas de televisión, ahí donde solamente ven el resultado final de todo el trabajo que está detrás y, cuando se enfrentan a la realización de toda la labor, se dan cuenta que eso no era lo que querían, sólo desean el halago fácil y sin merecerlo.

Rosa Martha Abascal dice en un artículo publicado en el 2001, que saber lo que uno vale, lo que uno es, es una forma de ser fiel a la verdad y de tener en cuenta la responsabilidad que se tiene de pensar, decir y actuar congruentemente. El no hacerlo, implicaría ser ciego de espíritu o hipócrita, sería un auto engaño.

Pero también asegura que la soberbia no es la “estimación de uno mismo”, sino “la estimación desordenada”. Mientras haya orden, habrá humildad, con el desorden vendrá la soberbia. “Cuando reconozco mis cualidades y virtudes, digo la verdad y me comprometo a actuar en consecuencia, cuando me sobre estimo, recurro a la mentira que de una forma u otra, afecta a los demás”.

El soberbio generalmente es muy hábil y ágil para “conocer” los defectos del patrón, el amigo, la esposa… pero no ve la viga que trae en su propio ojo. ¿Yo? Responsable, honrado, inteligente, decente y trabajador.

Aún suponiendo que existiera ese ser humano maravilla, casi perfecto, ¿a quién se lo debe? ¿qué tienes, decía San Pablo, que no hayas recibido? Un cuadro no se hace solo, un platillo suculento no se preparó a él mismo, un cohete espacial, no se inventó a sí mismo.

Nosotros somos la obra de alguien más, Dios es el artista, nosotros la pintura, el platillo o el cohete que ha de usar sus propias cualidades para servir a Dios, a la Patria, a la familia y a la sociedad. Allí está el pequeño mérito que podamos tener como seres humanos.

Pero eso es muy difícil de entender. Pareciera nos hemos quedado en la adolescencia, negando aquello que nos sostiene y al saber que tenemos algo seguro, lo despreciamos sin darnos cuenta que es lo que nos está dando valor.

Criticamos a los demás ¡El hijo de fulanito es tan feito, pobre… en cambio el mío! ¡Que mal se viste mi amiga, en cambio yo, siempre a la moda y en mi punto! ¡La hija de menganita es tontita tontita, en cambio mi muñeca! ¡Que soso es perenganito, en cambio yo, las fiestas no serían lo mismo sin mí!… soberbia, pura soberbia.

¿No sería ridículo que el cuadro de la Mona Lisa pronunciara un discurso para auto elogiarse? Cualquier persona sensata le diría que se acordara de Leonardo Da Vinci

Siempre que uno se sobre estima, se auto adora, es en detrimento de los demás, al soberbio le interesa demostrarse y demostrarle a los demás “su valor”. Por eso, rebaja y humilla a otros con sus palabras, actitudes y decisiones. La soberbia principia en el silencio del alma y termina en el estruendo público.

El éxito y la soberbia no se llevan, cuando llegan a convivir, el resultado inmediato es el olvido, nadie notará que un soberbio exitoso existe o existió. Hay muchos ejemplos de esto.

Tomás de Aquino dijo: “La soberbia es la estimación desordenada de uno mismo con desprecio del prójimo”.
Diagnóstico muy actual para la enfermedad de moda.

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