Ese animal llamado HUMANIDAD


“Juan Comodor buscando agua encontró
petróleo, pero se murió de sed”.
Facundo Cabral


Alguien puso a la Humanidad en este planeta, es como una cárcel, como si esta especie estuviera maldita y la hubieran aislado para que no contaminara otras especies en el universo.
A este planeta le pusieron límites. Prácticamente obligaron a los humanos a permanecer en tierra; es decir, el agua estaba prohibida para otras cosas que no fueran beber y mantenerse con vida.

El aire también era para respirar y mantenerse con vida, la selva para producir aire limpio y purificar el agua.

Porque ese aire y esa agua, es la misma que viene acompañando al mundo desde que lo inventaron.

Sólo unos cuantos kilómetros de atmósfera envuelven este planeta donde el ser humano fue enviado a pagar su penitencia.

Quién sabe qué pecado cometieron los padres de la Humanidad que fue segregada, aislada, confinada, dejándole sólo el maravilloso espectáculo del universo a través de una gigantesca ventana a la que llaman cielo.

Pero Alguien cometió el error de retirar la vigilancia.

Confiados en una celda segura, los carceleros de fueron y dejaron a la Humanidad sola para que hiciera con este planeta lo que quisiera.

Entonces comenzó a invadir el agua. Los mares se llenaron de hombres y mujeres, compitieron con los peces e inventaron mitos.

De pronto el agua, los mares, los ríos y las nieves eternas ya no fueron suficientes para calmar la curiosidad de la Humanidad.

Aún más, le preocupaban las estrellas y la forma de cómo salvar esos cuantos kilómetros de aire que le separaban del espacio negro, donde comienza el universo libre.

Finalmente, la Humanidad pudo compartir el aire con los pájaros, ya no era solamente para respirar, sino para volar y descubrir los misterios de la cerradura de la celda.

Así, pudo salir al espacio negro, a dejar lejos la Tierra, a comenzar a liberarse de su confín. Pudo ver su maravillosa cárcel desde afuera.

La Humanidad no puede estarse quieta, algo la impulsa a romper cadenas, una misteriosa fuerza la lleva a destruir lo que le rodea, a causar daño a lo que le sirve, a contaminar aquello que le mantiene con vida.

La Humanidad puede rodearse de lujos y comodidades, puede pagar sirvientes y sicarios, puedes tener, tener y tener; comprar, comprar y comprar. La Humanidad puede despreciarse a sí misma, negarse así misma y corre siempre el riesgo de acabarse a si misma.

Puede darle valor inmenso a las cosas que saca de la Tierra, las piedras pueden valer millones, puede adornar sus ciudades para llamar la atención a sus congéneres, puede aparentar vivir en la opulencia mientras se deterioran otras partes del mundo que le fue conferido, pero no le da valor a lo que le permite seguir con vida, hasta que llega la posibilidad de perder.

Entonces se amotina, pelea por el aire para respirar, golpea por el agua para beber. Ahí se da cabal cuenta que todos los billetes, las piedras preciosas, el petróleo y las calles hermosas que le dan estatus, no sirven de nada si le quitan el agua y el aire.

Ahí sale a flote la parte animal de cada uno de sus miembros, ahí cada quien se rasca con sus propias uñas; ahí unos se aprovechan de los otros.

La debilidad de la Humanidad es creer que todo lo puede, hasta retar Al que lo confinó en este hermoso lugar, porque la Humanidad es un prisionero privilegiado que niega su propia debilidad.

Hoy vemos como se puede poner de rodillas a otros humanos quitándole eso que no tiene valor, el agua.

De pronto ve que el agua sí se puede cuidar, ahorrar y también se da cuenta que es un arma para dominar a los demás.

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